miércoles, 7 de octubre de 2009

Evocando la 'madeileine' proustiana

La Madeileine de Proust remite a la novela de Marcel Proust, En busca del tiempo perdido, cuyo narrador recobra la memoria de su infancia después de oler y comer una magdalena mojada en té. La propia cita explica que las magdalenas de Proust no eran de esas redondas o rectangulares que comemos habitualmente en España sino estas otras, las magdalenas de Commercy, más consistentes, que no se deshacen tan fácilmente al empapaparse. Dice Proust: " […] un de ces gâteaux courts et dodus appelés Petites Madeleines qui semblaient avoir été moulées dans la valve rainurée d’une coquille de Saint-Jacques."(una de esas tortas bajitas y regordetas llamadas magdalenas cuyos moldes parecen haber sido valvas ranuradas de conchas de peregrino.")

Nos cuenta la wikipedia que la magdalena de Commercy debe su nombre a una joven criada llamada Madeleine Paulmier, que en 1755 elaboró estos pastelitos para el rey de Polonia Stanislas Leszczyński, que tenía un palacio en la localidad. Otras fuentes relacionan las magdalenas con la época de los peregrinajes a Santiago de Compostela, y concretamente con una joven llamada Magdalena que habría servido a los peregrinos unos pastelitos en forma de concha, símbolo de este peregrinaje. Las magdalenas se habrían extendido a lo largo de los caminos de Santiago, lo que explicaría su tradicional implantación en España.

Sea como sea, y con la forma que cada uno prefiera, creo que el propio término (madeleines, magdalenas o muffins), su visión y hasta el simple aroma que desprenden al sacarlas del horno, como le pasó a Proust, tienen la capacidad de activar recuerdos de la infancia y son una metáfora de la cotidianeidad del hogar. Quizás eso me impulsó a empezar a prepararlas en casa, hace ya un año.

Toda esta introducción viene a colación de una pastelería francesa llamada La Madeleine de Proust que se encuentra situada en el 17 de la calle Anibal, en pleno barrio palmesano de Santa Catalina (antes estaba cerca de Cort). Aunque todavía no he asomado por allí, hace un tiempo que me llegan campanas de las cosas ricas que preparan. Y después de ver este vídeo me apetece aún más perderme por la tienda y ¿¡porqué no soñar!? con un poco de suerte también me dejen visitar el obrador. Me gusta cuando el propietario dice: "El pan tiene que reposar. Es como el ser humano, nace y tiene que crecer, no lo sabe todo de golpe." Filosofía panadera en estado puro :-)

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